martes, 24 de agosto de 2010

De los Ángeles

La calle se encontraba triste y melancólica, repleta de gente, de personas asqueadas de vivir y sobrevivir en esta jungla de piedras, edificios, autos, motos, tierra, ojos, silencio, gritos, disparos, ambulancias, pordioseros, borrachos, orines, vómitos, sonrisas y desprecios.

Intenté caminar sin pensar, absorto del mundo, ajeno a la realidad hasta que unos pasos se detuvieron frente a mí y casi sin prestar atención a su amable ofrecimiento “¿Me compra un lapicero joven?”.

Lancé un rotundo y severo “no” y seguí avanzando hasta que no pude continuar, di media vuelta y la reconocí, era ella. Ahí estaba de pie, en medio de la calle ofreciendo lapiceros y poemas y perfumes, absorbiendo cada empujón, cada desprecio y sentí pena por mí, odio y pena.

No me sentí digno siquiera de verle los ojos, aunque no me reconociera después, creí prudente continuar mi camino hacia la nada, así como ella hacia su casa, donde vive y habla con sus palabras mientras su cenicero la vigila.

martes, 17 de agosto de 2010

Antes de Comer (prueba 1)

Bueno… Entonces, ya me fui…

Hace mucho tiempo que ansiaba decir aquella frase, aquel pensamiento que se enrosca en el cerebro como si se tratase un lamento amorfo, de una sinfonía absurda, de una idea tonta y vaga. Pero no tenía intenciones de pensar más, caminaba de un lado a otro como buscando excusas en el aire que detuvieran el inminente acto final; pero solo encontraba voces, silencios, respiraciones, recuerdos, ansiedades y desesperanzas.

Ya no existían razones para esperar, todos miran ansiosos, intentaría en instantes saborear el aire, por más que caminara no había justificación para retrasar lo inevitable. Busco en el espacio vacío de su pecho las sonrisas, pero ni siquiera encontró a la tristeza para saborearla, ni un solo lamento justificable, solo actos, necesarias acciones. Dentro de unos instantes no quedará nada más que una estela de lágrimas inciertas que se llevará el viento al que no le alcanzarán sus largos brazos para acompañar la caída, el tropiezo. Y vio hacia atrás, todos reían esperando ese final perfecto de media jornada.

Titubeó, de pronto las molestias, el tiempo comenzaba a correr más a prisa, el suelo y los espectadores se impacientaban. –ya no quiero- dijo sollozando, se alejó de la ventana, se quitó el chaleco oficial del suicida y la molestia del público se reflejó en improperios e insultos para su repentina cobarvalentía.

-¿Alguien más?- dijo el líder. –Alguien tiene que morir hoy, no podemos quedarnos así nomás tan tranquilos si no se muere alguien hoy, ¿Algún voluntario?... No sean así mucha, miren que todos, y lo sé porque los conozco, ninguno de ustedes tiene buenas y justificadas razones para seguir viviendo. Julio, ¿Vos? ¡¿No?!... Puta muchá, no chinguen, y que vamos a hacer con todo el dinero que juntamos, la apuesta tiene que seguir, todavía quedan unos cinco minutos… No sean así muchá, si son diez pisos ¿Ustedes creen que van a sentir algo cuando caigan? No van a sentir ni mierda, se los juro, solo tienen que cerrar los ojos y tirarse.

Todos se miraban inquietos, culpables, cabizbajos, era una responsabilidad, no había forma de evadir a la muerte, ya no… Alguien debía morir y a alguien le tocaba, había que continuar con el promedio, los números son clave para mantener la reputación de la empresa. Se hablaría de ese acto de cobarvalentía de Cesar, el miedoso del Checha, hay que hacer espacio, la gente ya no cabe; de una forma o de otra la gente se tiene que morir.

-Y, si tan responsable te sentís con eso de los muertos y todas esas babosadas ¿Por qué no te tirás vos? ¿Ahh?- dijo una voz valiente escondida tras las espaldas de los empleados de corbata y uniforme negro y blanco de aquel triste, frío y deprimente call center.

-Jorge, da la cara Jorge, te reconozco la voz… Mirá, yo no me tiro porque tengo familia, que no la quiera es una cosa, pero tengo que darles dinero para que al menos coman, ¿O no?, Ya ves, entonces no puedo tirarme, vos solo tenés un patojo y tu esposa trabaja, que ella lo mantenga. Tirát hombre, no seas miedoso, solo estamos adelantando la fecha que tenías para dentro de dos semanas. Lástima que el Javier no ande por acá, ese pisado tenía que tirarse mañana, sino lo adelantábamos ahorita.-

-Pero, no me puedo tirar, tengo que avisar primero, no sería justo tirarme así sin avisarle a mi familia que me voy a tirar, por eso está programado para dentro de varias semanas, no me presionés así, querés.-

-Va, está bueno pues. ¿Entonces? ¿Nadie?-

De pronto, en un instante que fue apenas un parpadeo, una sombra pasó a gran velocidad por la ventana que seguía abierta. Emocionados se acercaron a la ventana con rapidez para observar que pasaba.

-Es Checha, se tiró de más arriba, el maje de plano pensó que no iba a morir, pero igual, miren como cae… … … Chipluc, cayó. Bueno, ¿Quién tiene los larga vistas? Pasáme los binoculares, ahí están sobre la mesa, apuráte que tenemos que ver si cayó de espaldas o de cara… Bueno, antes de revisar los resultados, sus papeles porfa… ¿Cuántos de espalda? 10 ¿De cara? Uno, dos… doce, púchica muchá que crueles se están poniendo, pero es bueno variar de vez en cuando… Bueno, nadie se vaya acercar a la ventana, acuérdense de confiar en mi juicio, yo no apuesto… Va, veamos… No miro nada, ah, ahí está y… Espérense, ¿Qué putas? No… Mierda, ese maje se cagó en todo… El Checha se tiró de muy alto el pisado, por eso tenemos establecido que se tiren del décimo.

-¿Por qué? ¿Qué pasó?-

-Es que no sabría decirles donde empieza y dónde termina el Checha… Mucho menos si cayó de espaldas. Bueno, al parecer el destino estaba fijado, nadie ganaría nada hoy… Bueno, que les parece si dejamos este dinero acumulado para la apuesta de mañana y vemos como nos va con el Javier… ¿Les parece?-

Todos afirmaron con la cabeza, con un simple “va pues”, “si vos decís”, “a va”, “dejémolo así pué”.-Bueno- dijo el Líder –ya viene la hora de almuerzo, ¿Quién baja conmigo? Así vemos de cerca al tonto ese y revisamos bien, aunque ya no valga… Vamos pues… Buen provecho muchá…