lunes, 26 de noviembre de 2007

Sombra de Feria

Resuena en el aire la fuerte explosión de la bomba que anuncia el paso de la procesión que atravesará la feria tradicional del lugar. Año con año, miles de personas se dan cita para gastar sus centavos y disfrutar de las delicias del exceso del alcohol, el elixir de sus ansias por desconectarse de la realidad.

Acompañado de su familia, Don Ernesto transita orgulloso llevando de la mano a su esposa y a sus hijos que, desde hacía buen tiempo, querían disfrutar de los juegos de feria, algodones de azúcar, dulces de miel, gritos, sonrisas y efímeras alegrías. Se sentaron en un pequeño negocio de helados. Don Ernesto sintió la necesidad de ir al baño a evacuar las cervezas que hace un rato había disfrutado. Pide disculpas y se retira. Después de unos minutos, ya con su cuerpo más liviano, regresaba tranquilo cuando observa a un niño en medio del camino. La gente transita sin prestarle atención, unos si lo hacen pero le empujan para que se mueva. A pesar del incesante ir y venir de las personas el niño permanece inmóvil, como una estatua. Don Ernesto piensa que tal vez se hallé perdido. Camina hacia él observando de lado a lado queriendo encontrarse con la mirada que busqué al niño, ya que por la estatura del niño calcula que tendría no más de cinco años. Su camisa rota a duras penas blanca, sus pies descalzos, negros y llenos de tierra, le dieron la indicación de que era de familia pobre. Inmediatamente pensó en darle unas monedas para algún juego o un helado. Por fin llega y le toca con el dedo para que volteara… Nada, no responde. Lo mueve con suavidad con su mano… Nada, no se mueve. ¿Estará llorando? Pensó. Se coloca frente a él y su asombro al verle el rostro fue tal que se tomó el rostro con ambas manos, no cree lo que sus ojos ven, un niño tan pequeño, no lo puede creer, se coloca de espaladas hacía él, miles de pensamientos rebosan en su cabeza, siente un vacío en su cuerpo, siente como su corazón se comprime, las lágrimas quedan ofuscadas, se traga su impresión. Trata de marcharse. Sus pies están pegados al suelo, algo no le deja marcharse, escucha en su interior una voz que resuena. Lentamente da media vuelta y observa con dolor como el niño inhala de una bolsa algún tipo de sustancia que le droga. La bolsa se retrae por completo por la fuerza con la que inhala, por entre sus labios rajados se escurre el líquido que le quema. Don Ernesto no sabe que hacer, observa de un lado a otro pidiendo ayuda con los ojos. Todos evitan su mirada, la gente sabe lo que él ve, pero le ignoran. Todos miran al niño y rápidamente desvían su vista hacía algo más lindo y menos triste. Se siente en otra dimensión donde solo se encuentran ellos dos, donde solo él es capaz de verlo o por lo menos de sentirlo. No sabe que hacer, ni que decir. Solo siente como la impotencia le invade al ver como los ojos del niño se pierden de la realidad tornándose blancos. Con sumo cuidado se arrodilla y le quita de la boca la bolsa más no puede arrancarla de esas pequeñas manos-

-Mijo, ya no hagás eso. Te vas a morir- Fue lo único que pudo salir de su boca.

El niño regresa la mirada y con una tristeza indescriptible le dice:

-Si, eso es lo que hago. Quiero morirme, no se porque nací-

Don Ernesto se pone de pie y las lágrimas brotan instintivamente de sus ojos.

Tiene deseos de llevárselo, tomarlo como su hijo para que abandone ese mundo, pero no puede, busca en el mar de personas a su familia, se siente inseguro, no sabe como responder a algo así. El niño camina lentamente tambaleándose por entre la multitud. Don Ernesto quiere detenerlo, pero no puede, quiere ayudarle, pero lo detiene una responsabilidad más, una tan enorme. Tiene a sus hijos, piensa en ellos, intenta regresar y vuelve la vista, ya casi no ve al niño y éste termina perdiéndose. Le da la espalda e intenta ignorar lo sucedido, su corazón late con suma lentitud, siente que le falta el aire. Todo iba también, porque tuvo que ser asediado y puesto a prueba de esta forma, ¿Por qué el mundo es así? ¿Por qué todo tiene que ser sufrimiento? No puede sacar la imagen en su mente, por un momento olvida lo que iba a hacer, sus ojos se encuentran llenos de lágrimas que se niegan a caer. Ubica a su familia y regresa con ellos. Su helado se halla derretido, ha `perdido el apetito, escucha que su esposa dice algo pero no presta atención, ya no quiere saber nada, solo quiere regresar a su casa, recostarse en la cama y concentrarse en olvidar lo sucedido. Más tarde regresan a su casa luego de una noche llena de sorpresas y una inesperada tristeza. Ya en su cama, Don Ernesto es incapaz de conciliar el sueño. No puede olvidar esa mirada. Su consciencia le habla, le grita y no escucha, no quiere saber, no quiere recordar, no quiere pensar, no quiere sentir, solo quiere dormir y olvidar.

Al pasar el tiempo le olvida con éxito y su vida sigue tranquila, como antes lo estaba anterior a aquel acontecimiento. Un año después la feria llega de nuevo. No recuerda nada. Camina de nuevo con su familia y su orgullo hasta que observa, ahora, detrás de unos baños a un grupo de niños de aspecto pobre, rápidamente los relaciona con el niño que hace un año se drogaba. Su mirada se pierde, no quiere estar ahí, cada cosa que observa le molesta, escucha la voz de su conciencia por todos lados, en la música, en las risas. Don Ernesto no quiere ver a los niños, quiere olvidar ese día, borrarlo de su memoria. Enfoca su vista hacia otra cosa y recuerda la penetrante mirada de aquella pesadilla. No sabe que hacer, está confundido. Su consciencia ataca de nuevo indicándole que puede hacer algo, lo que sea, pero no escucha, sigue caminando. Durante toda la noche recuerda esa mirada que le asedia el pensamiento y el alma, esa mirada perdida en el mundo alucinógeno que la droga creó, las palabras y su indiferencia. No puede olvidar y no quiere hace nada. Quisiera que eso nunca hubiera sucedido, no quiere tener ese sentimiento. Piensa y se dice: “No dejaré que mis hijos caigan en ese mundo”. Pero sabe que no es suficiente. Si consciencia no deja de martillar en su alma y en su mente aquella imagen para que haga algo, lo que sea. Pasa el tiempo y no hace nada, no quiere involucrarse, quiere que no le importe y volverse frio, insensible.

Pasan cinco años y aquella sombra de feria ha quedado por fin en el olvido gracias a que por fin logra, después de tanto luchar, volverse insensible, indiferente, está feliz porque ahora su corazón ya no siente y aquel niño es solo un mal recuerdo, de seguro que ya estará muerto, (piensa). Es solo un mal recuerdo que es capaz de ignorar. Su vida sigue con normalidad y el país, su hogar, su gente, su pueblo también, sigue siendo todo como es: con niños en la calle, con muertos en cada esquina, con lágrimas y gritos amargos, observando e ignorando en cada oscuro rincón el mal.

Y luego de lo sucedido todo sigue igual, perfectamente normal, tristemente igual.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Otra Noche

Me entrego a ti,

Oscuridad delirante,

Espasmo radiante.

Sacio mi quietud,

Deshago mis besos

Contemplo el mar

Acaricio tu pecho,

Me roza la oscuridad.

Vago incierto

Efímera soledad,

Vivo en una canción

La noche pronto terminará

Adormezco al instinto,

Arruino la creación

Del dios incierto

Mato la inspiración

Escribo un cuento,

Rayos de color,

Ojos salvajes,

Me ataca la razón

Culmino mi viaje

La noche terminó

El día empieza

Un delirio real

Una mentira más

El suspiro de la oscuridad

Sombras en la luz

Siguen al sol

Esperando verlo morir

Y luego regrese

La reina de la oscuridad

Con su vestido celeste

Manto de maldad

Y el delirio vuelve…

Me entrego a ti

Espasmo radiante

Oscuridad delirante

Suspiro excitación

Vaga fortuna

Vuelve tu amor

Más falso que nunca

Índigo negro

Sombras de color

Toman mis manos

Aprietan mi pecho

Destruyen mis sueños

Veo oscuro

Veo radiante

Oscuridad delirante

La Noche terminará

La cama tiembla

El mal no vencerá

El diablo no existe

Mis demonios crecerán

Seré el infierno

El sufrimiento del espejo

El sol ya viene

Ya se anuncia

Y con su luz mi cordura

Ojos salvajes

Me ataca la razón

Culmino de nuevo mi viaje

Otra noche terminó.