sábado, 4 de diciembre de 2010

Historieta Cotidiana

Juan Carlos, no imaginó lo que sucedería, o tal vez sí. Probablemente tenía anticipados los movimientos que lo dejaron en el suelo escupiendo sangre por la boca, pero la botella; esa no la esperaba.

Aquel jueves decidió, necesitado de unas cervezas, pasar una noche por aquel sector de la universidad; tenía serias inclinaciones de convertir en realidad un conecte que terminaría en una noche de sexo desenfrenado como aquellas que había soñado… cuando lograba recordar qué hacía tirado en el suelo recibiendo los golpes, pensó, cuando sentía dificultades para respirar, la recordó y todo fue en cámara lenta, el sueño, el pensamiento, la sensación incierta de estrujar aquel delicioso cuerpo débil que clamaría más y más antes de despertar de aquella silueta delgada que se contoneaba moviendo sus pechos con el fuerte vaivén de respiraciones entrecortadas, de jadeos inquietos, de caricias… sus manos, mientras estaba acostado en su cama, jugueteaban con su miembro erecto cuando disfrutaba de aquellas delicias imaginarias de su damisela sombra nocturna, sabía que un día la fortuna estaría de su lado y dejaría de soñar con apretar con mordidas inofensivas su pecho; las siluetas coqueteaban en su cuarto… la sangre no dejaba de salir y otro golpe se le incrustaba en el rostro, esta vez sitió algo mucho más fuerte penetrar en su piel cuando escuchó como los huesos de su cara comenzaban a destrozarse por la violencia de los impactos… y la llamada despertó su deseo. La rutina cotidiana y cautelosa le animó a adelantar su viernes de chupaderos e invertir en su inquietud; fue tan falsa y tan real la necesidad del siseo del otro lado de la bocina que retó al instinto que a momentos le advertía permanecer encerrado y masturbarse en su cuarto esperando que la caricias culminaran en un golpe viscoso y deprimente; apretó el teléfono como si se tratara de la mano de ella, Cecilia, Cecilia, Cecilia… es mi novia imbécil, te voy a matar infeliz, te voy a matar, te voy a matar y la sangre no dejaba de brotar a chorros, la botella se movía de arriba abajo hasta que escuchó cómo se quebraba y como los chayes penetraban en sus cara rebanándole las esperanzas de saborear el cuerpo de Cecilia, Cecilia, Cecilia… dónde podrían verse, dónde podrían encontrarse para no tener problemas con el novio, que sabía estaba enfermo de celos, Cecilia tenía un largo recuento de camas visitadas, pero no importaba, el deseo era mucho más fuerte que la razón y de la mano se llevó a la locura cuando comenzaron a bailar en aquel lugar público que se era su guarida privada, su rincón, su guarida, la de los dos, Juan Carlos, Cecilia, Juan Carlos, Cecilia, Juan Carlos, Cecilia, Cecilia, vámonos de aquí, afuera está el vehículo, me espera un cuartito que recién alquilé, decía en su cabeza hasta que una mano le arrebató la mentira de la cara a puñetazos y la pelea comenzó, pero no pudo defenderse Cecilia, encendió un cigarro, él la miraba fumar y el humo se escabullía entre la multitud y los golpes le cegaban la realidad; logró comprender… y la sangre seguía brotando, esta vez la sed de violenta del novio celoso había cesado, pero el líquido sabor a óxido, no… Ella ya no te quiere, quiere estar conmigo, siempre ha estado con cualquiera, tu novia es una puta, no sabes, y yo pagué hoy por tenerla idiota, sos una mierda, vos sos una mierda, dejáte de muladas, salí mierda, no salgo, salí o te saco a vergazos y la botella estaba en el suelo regada en vidrios manchados de sangre, los cuates que le hicieron el conecte huyeron en el carro que supuestamente los llevaría al motel, pero no era esa la intención tampoco, estaban esperando que se cayera de borracho para después uno de ellos aprovecharse de las delicadezas de la Cecilia que estaría hambrienta, pero la molestia acabó con los deseos de todos, de todos; unos seguían bailando, aquellos dos chupaban un helado mientras la sangre de Juan Carlos se mezclaba con los orines de la calle, unos reían, otros se lamentaban, aquellos se fueron, otros vinieron, el gordo novio celoso se fue a buscar a Cecilia que ya no estaba y se quedó de pie en la puerta esperando que su víctima lograra levantarse, la ambulancia llegó más rápido de lo previsto, los bomberos rieron, estaban acostumbrados a escuchar a Juan Carlos decir que había pasado pero hoy, jueves, incierto día fuera de rutina, le tocó a otro narrar lo sucedido; la ambulancia se fue, Juan Carlos no sabía qué día era, ya no sabía que pasaba, pensaba y repensaba que hacía tirado en la camilla del hospital… el auto volvió con tres hombres armados y sin discutir comenzaron a vengar a su amigo y el gordo novio celoso recibió diecisiete impactos y siendo el muerto número dieciocho de aquel día y Juan Carlos estuvo cerca de ser el primero del día siguiente si no es por la oportuna intervención médica que esa noche no encontró limitaciones de hambre o de no querer atender o de no querer trabajar para sanar a Juan Carlos que decidió hacer algo nuevo con su vida cuando por fin, luego de dos meses en el hospital, salió.

Juan Carlos, no imaginó lo que sucedería, o tal vez sí. Probablemente tenía anticipados los movimientos que lo dejaron en el suelo escupiendo sangre por la boca, pero la botella; esa no la esperaba.

Llegó a la casa de Cecilia, ella no lo reconoció; sintió mucho más placer del que imaginaría cuando sus manos por fin rodearon su cuerpo hasta que ella, por fin, dejó de respirar.

lunes, 20 de septiembre de 2010

...Narración de un desconocido..

Hace un mes que le maté... Tendré que hacerlo de nuevo, me dije.

Inexplicablemente se acercó a mi apartamento, tocó la puerta con mucha suavidad, incluso hasta creí se trataba de una ilusión ya que nadie conocía este lugar, excepto Celia. Creí que era ella. Al abrir, él entró, traía una bolsa que dijo era la cena, sin inmutarme, como si se tratara de un encuentro cotidiano o previamente planificado, le recibí, nos dimos un abrazo fraternal de viejos conocidos, y así era, pero eso no explicaba su visita. Por un momento dudé de su muerte.

Mientras me contaba que ahora trabajaba en un banco como subjefe de caja y que tenía a no sé cuántas personas a su cargo y que ganaba no sé cuánto dinero a la quincena y que por ello quería celebrar conmigo, ya que era el único conocido que le quedaba; no pude evitar pensar en la imagen de su rostro ensangrentado.

Le serví café del que recién había hecho y la sangre se escurría por la banqueta aquella noche luego de cortar su cabeza y tomaba café tranquilamente frente a mí y luego degustaba un trozo del pie de queso que trajo consigo y la lluvia lavaba el rastro de sangre mientras arrastraba el cuerpo hacia el automóvil y comenzó a reír cuando lo metía en el auto junto con su cabeza y se recordó de un chiste que hacía tiempo no escuchaba, yo también reí.

Tranquilamente me puse de pie y sin quitarle un ojo de encima fui en busca del arma, fui muy descarado con mis movimientos ya que la cargue frente a él, a modo de intimidarlo, pero el acto no causo ni el más leve movimiento en su postura. Me acerqué con violencia y le dije que no podía continuar viviendo, -legalmente estás muerto, Sergio-

-¿Quién es Sergio?-, dijo cuando accioné el arma y las balas se incrustaron en su pecho. Sus ojos continuaban tranquilos y eso me enfureció, nuevamente le disparé, ahora en la cabeza hasta que se descargó el arma.

No pueden encontrarlo, hace casi un mes que lo maté, ¿Cómo pudo ser posible que se apareciera de nuevo en mi apartamento? Afortunadamente fui precavido, y nadie en el lugar se percató de los disparos, nadie llamó a la puerta, me dio tiempo hasta de bañarme... Si, tuve que desmembrarlo para hacer más fácil su traslado, fue sencillo, utilicé un cuchillo de sierrita de esos que venden en oferta, algunos dijeron que no necesitaría solo ese cuchillo, que era necesario comprar todo el juego, pero que van a saber ellos. Indudablemente eso me atrasó un poco, pero me sentía confiado. Lo empaqué y me fui...

-¿Cuándo te diste cuenta?-

-¿De qué cosa?-

-Que ¿Desde la primera vez estaba muerto?-

-Creo que como a la cuarta o quinta vez que lo maté-

-¿No te pareció extraño que siempre se apareciera luego que lo mataras?-

-Sí, pero a veces a uno se le olvidan las cosas; creí que había soñado sus muertes, pero cuando lo vi la cuarta o quinta vez me acostumbré a verlo morir y siempre traté de hacerlo igual, mismos cortes, mismos disparos, pero nunca quedó como quería.-

-¿Cuándo te percataste de la ausencia de Celia?

-Ya no me acuerdo. Pero no fue mi culpa, yo no sabía que era ella, ya ves que uno pela cables a veces... Y ¿Seguís trabajando en el banco?-

jueves, 16 de septiembre de 2010

...Hágale un bien a Guatemala...

...Hágale un bien a Guatemala...

¿Sed de sangre? Es momento de saciarla. No deje para después esta oportunidad de vengarse, no desaproveche esta oportunidad. Sí, quién tiene la culpa de todos los males que aquejan al país en estos momentos estará a su disposición, por un precio moderado usted participará en: ¡Torture a un marero!

Por solo Q75.00 usted podrá degustar y disfrutar de un suculento marero postrado, indefenso en una silla... No, no se preocupe, contámos con un eficiente sistema de seguridad: lazos y cuerdas de plástico, los cuales garantizarán la protección de su integridad como persona-espectador-golpeador.

Los fondos recaudados serán utilizados para la reconstrucción, no olvide la solidaridad de su Gobierno.

Si es una de las primeras cien personas en comprar su boleto, donde prodrá disfrutar de dar al menos quince golpes, con los instrumentos que prefiera (costo adicional) o bien con sus puños y piernas a este marerito; podrá participar en el sorteo de un arma de fuego, calibre 9mm, la cuál contiene una bala y con ella podrá acabar el sufrimiento del individuo; suceso que tendrá ocasión al finalizar los cinco días que tendremos abierta la exposición donde usted... Sí, usted, podrá abatir a golpes a un indefenso marero, el culpable de todos los males de la sociedad.

Siéntase tranquilo y seguro desde ahora, sabiendo que uno de todos estos mareros sufrirá y llorará y clamará por su vida. Llénese de placer y adrenalina, y siéntase parte de una sociedad harta de estos seres que son los totales responsables de los males que aquejan al país: corrupción, crimen organizado, asesinatos, violaciones, fraude electoral, pérdida del poder adquisitivo, daños en puentes y carreteras; absolutamente culpables del calentamiento global y un largo, extenso y tedioso etcétera.

Y recuerde, si es uno de los primeros cien en comprar su entrada, podrá disfrutar en acabar la vida de este individuo. No sienta remordimiento, ni congoja, ellos no lo sentirán por usted...

Sea féliz, siéntase seguro... Mate a un marero y hágale un bien a Guatemala...

(Todos los números de los boletos entrarán en otro sorteo para dar el primer golpe a la segunda edición de la exposición donde cinco personas podrían ser las afortunadas ganadoras.)


jueves, 9 de septiembre de 2010

...Corina...

Corina... Así se llamaba, lo recuerdo muy bien, fue hace tanto tiempo; aquel dolor que tuve que olvidar, tantas imágenes en mi cerebro que tuve que borrar. A veces pienso sobre los pocos momentos que pasamos juntas; bueno, tal vez fueron muchos, pero ahora solo tengo en mi memoria ciertos fragmentos de esa existencia que en ese entonces gozaba; esa delicia de sus brazos, las caricias, los besos; su pelo meciéndose con el aire y su sonrisa, esa jamás la olvidaré... Fue hace tanto que ya no recuerdo su segundo nombre, pero siempre tuve esa noción extraña de llamar “Corina” a mi mamá, nunca pude decirle mamí, o mama o má, o simplemente mamá. Siempre fue como si algo me dijera que tenía que saber su nombre, principalmente su nombre. Fue hace como veinte años, tenía seis y a pesar de haber tenido tan pocos aún tengo el recuerdo a viva piel. Aún percibo en mí como se sentía la textura de ese líquido que solo había visto en tan pocas cantidades, aún huelo ese olor a óxido de la sangre, recuerdo las balas y su cuerpo cayendo; recuerdo el silencio y su cuerpo cayendo, recuerdo los gritos de mi hermano que estaba en sus brazos y su cuerpo cayendo; recuerdo la soledad del instante cuando tocó el suelo; recuerdo la mirada de la gente que se dirigía hacia su cuerpo muerto; recuerdo que intenté despertarla, pero algo me decía que eso que le había entrado en la cabeza no me dejaría; recuerdo el llanto de mi hermano y el abrazo que le di; recuerdo los bomberos y los policías y sobre todo, recuerdo la pregunta estúpida de aquel reportero “¿Como se llamaba tu mami?... Corina...

martes, 24 de agosto de 2010

De los Ángeles

La calle se encontraba triste y melancólica, repleta de gente, de personas asqueadas de vivir y sobrevivir en esta jungla de piedras, edificios, autos, motos, tierra, ojos, silencio, gritos, disparos, ambulancias, pordioseros, borrachos, orines, vómitos, sonrisas y desprecios.

Intenté caminar sin pensar, absorto del mundo, ajeno a la realidad hasta que unos pasos se detuvieron frente a mí y casi sin prestar atención a su amable ofrecimiento “¿Me compra un lapicero joven?”.

Lancé un rotundo y severo “no” y seguí avanzando hasta que no pude continuar, di media vuelta y la reconocí, era ella. Ahí estaba de pie, en medio de la calle ofreciendo lapiceros y poemas y perfumes, absorbiendo cada empujón, cada desprecio y sentí pena por mí, odio y pena.

No me sentí digno siquiera de verle los ojos, aunque no me reconociera después, creí prudente continuar mi camino hacia la nada, así como ella hacia su casa, donde vive y habla con sus palabras mientras su cenicero la vigila.

martes, 17 de agosto de 2010

Antes de Comer (prueba 1)

Bueno… Entonces, ya me fui…

Hace mucho tiempo que ansiaba decir aquella frase, aquel pensamiento que se enrosca en el cerebro como si se tratase un lamento amorfo, de una sinfonía absurda, de una idea tonta y vaga. Pero no tenía intenciones de pensar más, caminaba de un lado a otro como buscando excusas en el aire que detuvieran el inminente acto final; pero solo encontraba voces, silencios, respiraciones, recuerdos, ansiedades y desesperanzas.

Ya no existían razones para esperar, todos miran ansiosos, intentaría en instantes saborear el aire, por más que caminara no había justificación para retrasar lo inevitable. Busco en el espacio vacío de su pecho las sonrisas, pero ni siquiera encontró a la tristeza para saborearla, ni un solo lamento justificable, solo actos, necesarias acciones. Dentro de unos instantes no quedará nada más que una estela de lágrimas inciertas que se llevará el viento al que no le alcanzarán sus largos brazos para acompañar la caída, el tropiezo. Y vio hacia atrás, todos reían esperando ese final perfecto de media jornada.

Titubeó, de pronto las molestias, el tiempo comenzaba a correr más a prisa, el suelo y los espectadores se impacientaban. –ya no quiero- dijo sollozando, se alejó de la ventana, se quitó el chaleco oficial del suicida y la molestia del público se reflejó en improperios e insultos para su repentina cobarvalentía.

-¿Alguien más?- dijo el líder. –Alguien tiene que morir hoy, no podemos quedarnos así nomás tan tranquilos si no se muere alguien hoy, ¿Algún voluntario?... No sean así mucha, miren que todos, y lo sé porque los conozco, ninguno de ustedes tiene buenas y justificadas razones para seguir viviendo. Julio, ¿Vos? ¡¿No?!... Puta muchá, no chinguen, y que vamos a hacer con todo el dinero que juntamos, la apuesta tiene que seguir, todavía quedan unos cinco minutos… No sean así muchá, si son diez pisos ¿Ustedes creen que van a sentir algo cuando caigan? No van a sentir ni mierda, se los juro, solo tienen que cerrar los ojos y tirarse.

Todos se miraban inquietos, culpables, cabizbajos, era una responsabilidad, no había forma de evadir a la muerte, ya no… Alguien debía morir y a alguien le tocaba, había que continuar con el promedio, los números son clave para mantener la reputación de la empresa. Se hablaría de ese acto de cobarvalentía de Cesar, el miedoso del Checha, hay que hacer espacio, la gente ya no cabe; de una forma o de otra la gente se tiene que morir.

-Y, si tan responsable te sentís con eso de los muertos y todas esas babosadas ¿Por qué no te tirás vos? ¿Ahh?- dijo una voz valiente escondida tras las espaldas de los empleados de corbata y uniforme negro y blanco de aquel triste, frío y deprimente call center.

-Jorge, da la cara Jorge, te reconozco la voz… Mirá, yo no me tiro porque tengo familia, que no la quiera es una cosa, pero tengo que darles dinero para que al menos coman, ¿O no?, Ya ves, entonces no puedo tirarme, vos solo tenés un patojo y tu esposa trabaja, que ella lo mantenga. Tirát hombre, no seas miedoso, solo estamos adelantando la fecha que tenías para dentro de dos semanas. Lástima que el Javier no ande por acá, ese pisado tenía que tirarse mañana, sino lo adelantábamos ahorita.-

-Pero, no me puedo tirar, tengo que avisar primero, no sería justo tirarme así sin avisarle a mi familia que me voy a tirar, por eso está programado para dentro de varias semanas, no me presionés así, querés.-

-Va, está bueno pues. ¿Entonces? ¿Nadie?-

De pronto, en un instante que fue apenas un parpadeo, una sombra pasó a gran velocidad por la ventana que seguía abierta. Emocionados se acercaron a la ventana con rapidez para observar que pasaba.

-Es Checha, se tiró de más arriba, el maje de plano pensó que no iba a morir, pero igual, miren como cae… … … Chipluc, cayó. Bueno, ¿Quién tiene los larga vistas? Pasáme los binoculares, ahí están sobre la mesa, apuráte que tenemos que ver si cayó de espaldas o de cara… Bueno, antes de revisar los resultados, sus papeles porfa… ¿Cuántos de espalda? 10 ¿De cara? Uno, dos… doce, púchica muchá que crueles se están poniendo, pero es bueno variar de vez en cuando… Bueno, nadie se vaya acercar a la ventana, acuérdense de confiar en mi juicio, yo no apuesto… Va, veamos… No miro nada, ah, ahí está y… Espérense, ¿Qué putas? No… Mierda, ese maje se cagó en todo… El Checha se tiró de muy alto el pisado, por eso tenemos establecido que se tiren del décimo.

-¿Por qué? ¿Qué pasó?-

-Es que no sabría decirles donde empieza y dónde termina el Checha… Mucho menos si cayó de espaldas. Bueno, al parecer el destino estaba fijado, nadie ganaría nada hoy… Bueno, que les parece si dejamos este dinero acumulado para la apuesta de mañana y vemos como nos va con el Javier… ¿Les parece?-

Todos afirmaron con la cabeza, con un simple “va pues”, “si vos decís”, “a va”, “dejémolo así pué”.-Bueno- dijo el Líder –ya viene la hora de almuerzo, ¿Quién baja conmigo? Así vemos de cerca al tonto ese y revisamos bien, aunque ya no valga… Vamos pues… Buen provecho muchá…

domingo, 25 de julio de 2010

Eterno rayo de pétalos

Mi cama espera por el temor de saborear instantes sin despedidas, compañía y destierro. Silencio y besos, donde esperaré a que el tiempo carcoma la piel de mi manos y se lleve con su viento la ilusión de vivir por siempre la vida, y deje como un tatuaje en mi pecho el beso suave del latido de tu mano recostada sintiendo mi respiración, como señal del perpetuo y susurrante cosquilleo que desde el primer día se cuela en nuestras miradas.

Y esperaré, con paciencia esperaré, a que el final de una era concluya con su dirección tranquila y se vuelva a sus destino esperando no desprecie la intención del beso que para tus labios llevo guardado que dentro de muy poco daré a tu eternidad.

Esperas a que pacifique tus días devolviendo esas sonrisas que un día diste por perdidas encontrándolas, curiosamente, y sin querer, en mí… Aún cuando ignoro como intento ese difícil recorrido que dibuja hermosamente en tu rostro una sonrisa, seguiré haciendo lo que hasta ahora, como tú lo dices, hago bien… Hacerte feliz.

Siempre cuestioné el acto que la felicidad y la tranquilidad significan, sin confundirlos con instantes ni prejuicios ni dolores ni latidos, donde el mundo se derrite clamando por un instante don el mundo no sea el mundo y el cielo se transforme repleto de luceros y de pronto nada importe y en mí son esos labios repletos de sonrisas que otorgan al silencioso caudal de mi oscuridad que de pronto y sin aviso cambió de dirección buscando luz que al no encontrar dios tu nombre amó.

De Personaje a Personaje

Siempre intentando desnudar esa tu silueta de retocada imperfección y de ese cuerpo con  ojos que pierden entre sonrisas las delicias que caminan lejos de mí, contoneantes, fulminantes; delicias deliciosas armadas de traiciones y melancolías. Un beso, mejía, y acabó el silencioso sendero imperfecto de actos donde mi mano extendida que caricia solicitó, recibió un escupitajo de atención.

Cuanto más sencillo es el destino en el camino, más fuerte se transforma la intención de poseer y beber de esa tu boca, donde brotan las mentiras que deleitan a la burla formidable de mi triste consecuencia, de mi triste circunstancia, de mi triste acción de ruleta rusa donde encuentro balas repletas de mares y soledades.

Ansiedad y soledad, envuelven el serpenteante fuego que espera en el camino oscuro por tus pasos distraídos; esperando pierdan el sendero seguro donde reprimes toda intención de nadar hacia tus pies clamando y mendigando caricias, como siempre, un escupitajo de atención esperará el final de mi necesidad, perdido en la nada de tu cuerpo, encuentro el sabor triste del desprecio.

El miedo al tiempo se enreda en la arena de mis pasos, disminuyendo la velocidad del amanecer que se dará cuando la hora concluya en ese reloj y mis pies no encuentren a donde marchar pues el abrazo que tanto buscan mis brazos se escapa por la vereda donde siempre veo como te marchas.

Tres minutos restan del tiempo en esperé a que el día se acomodara en la hora permitida para ingerir el alimento combustible que da la fuerza para el resto de la tarde y así esperar a que lentamente el día muera con la sirena que acabará liberándonos hasta la prisión eterna del día siguiente y donde a la hora de la misma hora, en el mismo instante perpetuo fugaz eterno, esperaré que algún día tu desprecio al menos se transforme en compasión.

jueves, 8 de julio de 2010

noche…

De nuevo me encuentro acorralado entre la silueta y el deseo, entre el pensamiento caótico cuando pienso en el agradable pudor de las puertas sinuosas que se me abren y cierran, que me golpean y deleitan.

Saboreo los instantes, caminando, sonriendo cuando la noche se cuela por mi piel para contarme secretos susurrando alguna que otra historia triste y desafortunada que me cause gracia.

Dame entonces, noche silenciosa, la locura, permite que mis ojos continúen con el derroche de imágenes y la angustia de no saber si lo que palpo y huelo, no es más que una invención más de mi encaprichado cerebro.

Sigue contando el secreto de tu maldición, demuéstrame dónde escondiste mis pesadillas, donde guardas los silencios de aquellas largas velas donde estuvimos juntos deambulando como locos en la oscuridad y me dejaba acariciar de tu mano fría  y me dejaba cubrir por tu manto negro que arropaba mis furtivos y dolorosos sueños.

Noche, ¿te preguntaste alguna vez porque dejé de llamarte, de prestarte atención cuando amanecías en el atardecer?

Ahora, mi oscuridad es tan grande, que mi presencia podría cegar la visión de esa luz negra que escurre de tu piel…

Y mi luz, esa se la dejo al fuego, elemento triste y prisionero, cuando de vez en vez, me dejo quemar por él…

sábado, 3 de julio de 2010

Duerme Silencio Muere

Silencio caótico desplazado
sueña fúrico interminente...

Merma incertidumbre desgarradora
sonriendo caricias caminantes...

Florece ironía triste
nada enloquece vacía...

Recordatorio absurdo vívido
alma transforma pertenencia...

Viento ilusorio ausente
silencioso estridente adormitado...

Duermo acariciando besos
segundos tiempo agotado...

Muero soñando abrazos
silencio desplaza caos...

...

Soy solo un espejo amorfo y obstuso

que escupe destellos de incertidumbre

manifestando asombro y descontento

frente a la estela sarnosa de mis pensamientos.

Sigo la línea torcida de mis pasos

y delego sentimientos

que otros órganos se ocupen de ellos

y se revuelven en mis entrañas

la basura y la nostalgia

produciendo

revoltijos inciertos

de una peste que me desnuda.

Y suspiro libros,

vomito letras,

me embriago de mentiras

y escupo falaz poesía.

Me consumo en la nada de mi existencia

dudando de la realidad

sensitiva de mis pasos dormidos.

La insistencia absurda de volar

se cuela en mí,

en las páginas ausentes

de la vida que niego respirar

y la idea absurda de caminar.

Me encuentro con el viento pesimista

que reprime cualquier sensatez ambulante,

repleta de miseria, soledad y misterio.

Y me dejo llevar por la totalidad

del un vacío imaginario que gobierna mis pasos.

sábado, 12 de junio de 2010

...(o)...

...Todo el tiempo se sucede esa insistencia absurda que se cuela en mí, en las páginas ausentes de la vida que niego respira y la idea absurda de caminar. Me encuentro con el viento pesimista que reprime cualquier sensatez ambulante, llenando de miseria, crueldad, misterio, compañía, soledad y alegría; la totalidad del vacío imaginario que gobierna mis pasos...

sábado, 15 de mayo de 2010

...Despojos del Tiempo...

"Cuando uno vive, no sucede nada... Esto es vivir,
pero al contar la vida todo cambia; sólo que es un cambio que nadie nota...
Jean-Paul Sartre

Los segundos toman despojos de mí
arrinconándolos en un pasado ajeno,
en un repositorio alegórico
subexistente al presente...

Porque la vida es recordar
y el mañana es un mentiroso porvenir,
como lo que me atrevo a contar
segundo por segundo,
día por día.

El pensamiento navega
en el lindero ínfimo del tiempo,
en la cavernosa sinfonía
de mis pasos pasados,
y descubro la memoria fragmentada,
cual si recordara un sueño
rememoro el pasado.

La vida que viví y narro
no es más que la consecuencia absurda
de una nada fortuita
alimentada de ilusiones colectivas.

Y el cajón donde transito
es la falacia del presente
que espera narre mañana
lo sucedido en un pasado inexistente.

miércoles, 13 de enero de 2010

...Diálogos de Café...

Estaba charlando con el reflejo que la mesa reproducía de mi rostro. Era tan agradable sorber un poco de café y sonreír y dialogar de forma sencilla y lineal conmigo en aquel frío y desolado panorama de una sociedad que pareciera ser totalmente individualista, por lo menos eso fue lo que escuché mencionar de mi reflejo.

-¿Estás leyendo la prensa?- Preguntó alguien señalando el periódico que estaba en mi mesa, justo al lado de mi reflejo.

Al inicio de esta conversación, que me sacó de golpe del diálogo mudo con mi reflejo, parecía de lo más absurda. Era obvio que no leía el periódico y que no tenía intenciones de leer lo ya leído. Por un momento estuve a punto de contestar, de forma fría y directa viéndole a los ojos con enormes deseos de que recapacitara del simple acto de leer las estupideces de los funcionarios públicos de las primeras páginas y que lo del centro es pura publicidad y empleos inexistentes y mencionarle, ahora, con toda la cordialidad que el caso amerita, que mi falta de empleo me había obligado a leer todos esos papeles hace unos minutos y que le ahorraría tiempo y esfuerzo resumiéndole, también, que en los deportes no había nada porque alarmarse; a no ser, entonces, que fuera el fiel seguidor del equipo vencedor en el partido de fut bol, que ayer derrotó y fulminó a mí equipo predilecto y eso generaría, indiscutiblemente, una acalorada discusión que posiblemente acabaría en golpes o insultos, ó, tal vez burlas, para no excedernos y pretender que aún en esas circunstancias el ser humano puede fingirse civilizado. Y si por el contrario era seguidor también de mi equipo, con gusto le invitaría un café para reprochar los errores del partido y acabaríamos, a manera de justificado consuelo, culpando el arbitraje o al entrenador. Ó, le contestaría fuertemente que no… que acababa de interrumpir un enriquecedor y fructífero diálogo con mi reflejo y que, de todas formas, la pregunta estaba mal empleada; que, en todo caso tendría que decirme “¿La leerás?” Entonces respondería cordialmente felicitando la exactitud de su pregunta y le diría que ya la leí; pero le recomendaría mejor que no lo hiciera, a no ser, que esté interesado en su futuro y busque, como un desesperado, en todos los periódicos circulantes, el destino que para hoy le deparan los astros. Entonces, reprocharía su nefasto nivel intelectual por buscar pendejadas en los papeles diarios, en vez de buscar cosas más interesantes.

Pero dije: “No”

-¿Me la presta?- Contestó.

¿Qué sucedería si le dijera que no quiero? Cómprese la suya y desperdicie su dinero. Sea inteligente y diríjase a un restaurante de comida rápida y róbese una antes de que la reciclen como papel higiénico, qué es lo que se merecen los rostros de los funcionarios.

Pero dije: “Dele”

Cinco minutos después: -Gracias… Aquí, aquí se la dejo.- y se fue sin esperar mi respuesta.

¿Para que la quiero? Ya no me sirve, ya la leí y no tiene nada interesante, pura basura publicitaria de todo tipo. No me interesa, llévesela, se la obsequio, yo no la compre, acá las arrojan a la basura o las recicla y…

Pero le dije mientras se alejaba: “Eh… Gracias”

Unos minutos más tarde, me levanté del café y me dirigí a un punto en específico que llamó por completo la atención de docenas de personas. Un asalto se había llevado a cabo asesinando, para mi sorpresa, a mi muy dialogador desconocido. Mi reacción fue inmediata; me largué del lugar un poco afectado y confundido por la sorpresa del asunto.

Por lo menos, mañana sabré su nombre.

jueves, 7 de enero de 2010

...Quizá...

Quizá no debió llegar a casa esa noche. Quizá debió dejar de verlo en el trabajo, o tan solo aceptar la idea de solo soñar con caricias; resignarse a percibir la sensación que producía su presencia. Por un tiempo prefirió abandonar el olor del perfume que penetraba sutilmente anclándose en sus sentidos.

Quizá debió renunciar hace tiempo y evitar esconderse de las cámaras del banco mientras trataban de no arrugar el uniforme con la fuerza de sus abrazos. Quizá no debió ir a trabajar ese día. Quizá no fue buena idea marcharse temprano fingiendo la prisa rutinaria de la salida para escabullirse y cenar donde se conocieron. Huir, como hace tanto tiempo lo había planeado ya no era una opción. Quizá debió guardar silencio, a veces las reacciones no suelen ser las esperadas.

Quizá no debieron subirse al bus, donde a escondidas y en agradecimiento por una noche inolvidable él lo tomó de la mano con suavidad. El acto fue imperceptible en todo el bus, quizá no debió dejar que lo tocara, quizá no debió voltear y verle los ojos y encontrar brillo de lágrimas ahogadas; quizá no debió agradecer el gesto con la mirada o quizá debió evitar la barrera de la multitud que no aprobaría el nacimiento de un beso tierno. Quizá no debió buscar testigos, quizá no debió soltarlo, quizá debió dejarse guiar por sus impulsos y vomitar ese abrazo que se retorcía en su estómago. Quizá no debió llorar antes de bajarse, quizá debió llevárselo. Quizá debió no haberlo conocido nunca.

Quizá su padre no debió responder así, quizá la madre no debió cubrirse los oídos. Quizá los gritos no eran necesarios. Quizá debió guardar silencio y seguir amando en cautiverio.