jueves, 22 de febrero de 2007

ConfesióN

Todos lloraban menos yo, en cambio reía, el dolor para mi es efímero, parte de un ciclo que se destruye y vuelve a surgir por otra índole. Pero aquella noche el ataúd se mantenía abierto dejando a relucir la muerta presencia de su ocupante. Bella y sutil la dama en la caja aguardaba tranquila su fundición con la tierra. Todos: “tan joven, tan hermosa”. Yo: “Vil, traicionera, hipócrita y ahora muerta”. Tal vez hayan sospechado de mí desde un principio por mi falta de compasión, pero en ese instante me importaba muy poco. Disfrutaba delante de mí aquel trofeo que solo puede satisfacer a un asesino. Se han de preguntar como fue. Recuerdo aquella noche antes de esta y de la del velorio que fui testigo de la traición en carne propia, de tanto tiempo de falsedades, de engaños, de tanto cariño, de tanto tiempo perdido. Y fue en ese momento en el que su fino rostro delató su mentira y soltó su verdad, su boca no dijo nada, pero su silencio dijo lo suficiente. “Adiós” fueron sus últimas palabras y las mías también, y luego su cuerpo caía sin vida, el cuerpo de una criatura que lo único que hacía era respirar y pretender que vivía. Y luego la vi muerta frene a mí con su dulce rostro y bella piel haciendo perfecto contraste con las sombras del ataúd. Me deleité del sabroso aroma de las flores con sabor a cementerio y de las lágrimas de impotencia de sus seres queridos. Confieso haber disfrutado de ese bello instante.

El denso humo del cigarrillo en el cenicero flotaba por la diminuta habitación. El oficial le toma y lo termina.

Haber si entendí, dice con honesta confusión:
-Fuiste a su velorio, Viste llorar a sus familiares, la viste en la caja y dices que la mataste.
Necesito saber Como lo hiciste-

O, eso, oficial, es algo que no podré describirle con total claridad. Pero puedo decirle con sinceridad que soy el autor de la muerte de tan bella dama, solamente recuerdo que estando ya muy cerca de ella, vi como su cuerpo caía de bruces sin signos vitales.

-Y si mal no estoy viniste a confesarnos tu grandioso crimen.
¿Verdad?
Bueno, amigo mío, temo que has olvidado e insignificante detalle, al lado de esta habitación, permanece sentada en una silla, la dama a quien dices haber asesinado. Creo que no esta muerta-

Oficial, es usted el que no entiende, aún si vive, para mí está muerta, lo sé, la vi morir frente a mis ojos.

-Me rindo, dice el oficial poniéndose de pie y abriendo la puerta. Saquen a este loco de aquí-

Mientras los oficiales se burlaban del joven que transita tranquilo por el pasillo, éste ve a la dama que en su delirio fue su víctima. El joven le ve a los ojos y éste sonríe con descaro, la dama se pone de pie y esta en el aire se desvanece. El sitio entero comienza a desmoronarse, quedando en escombros. El joven sale del lugar con una sonrisa en el rostro y camina tranquilamente perdiéndose en el delirio de su propia ley.

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