miércoles, 13 de enero de 2010

...Diálogos de Café...

Estaba charlando con el reflejo que la mesa reproducía de mi rostro. Era tan agradable sorber un poco de café y sonreír y dialogar de forma sencilla y lineal conmigo en aquel frío y desolado panorama de una sociedad que pareciera ser totalmente individualista, por lo menos eso fue lo que escuché mencionar de mi reflejo.

-¿Estás leyendo la prensa?- Preguntó alguien señalando el periódico que estaba en mi mesa, justo al lado de mi reflejo.

Al inicio de esta conversación, que me sacó de golpe del diálogo mudo con mi reflejo, parecía de lo más absurda. Era obvio que no leía el periódico y que no tenía intenciones de leer lo ya leído. Por un momento estuve a punto de contestar, de forma fría y directa viéndole a los ojos con enormes deseos de que recapacitara del simple acto de leer las estupideces de los funcionarios públicos de las primeras páginas y que lo del centro es pura publicidad y empleos inexistentes y mencionarle, ahora, con toda la cordialidad que el caso amerita, que mi falta de empleo me había obligado a leer todos esos papeles hace unos minutos y que le ahorraría tiempo y esfuerzo resumiéndole, también, que en los deportes no había nada porque alarmarse; a no ser, entonces, que fuera el fiel seguidor del equipo vencedor en el partido de fut bol, que ayer derrotó y fulminó a mí equipo predilecto y eso generaría, indiscutiblemente, una acalorada discusión que posiblemente acabaría en golpes o insultos, ó, tal vez burlas, para no excedernos y pretender que aún en esas circunstancias el ser humano puede fingirse civilizado. Y si por el contrario era seguidor también de mi equipo, con gusto le invitaría un café para reprochar los errores del partido y acabaríamos, a manera de justificado consuelo, culpando el arbitraje o al entrenador. Ó, le contestaría fuertemente que no… que acababa de interrumpir un enriquecedor y fructífero diálogo con mi reflejo y que, de todas formas, la pregunta estaba mal empleada; que, en todo caso tendría que decirme “¿La leerás?” Entonces respondería cordialmente felicitando la exactitud de su pregunta y le diría que ya la leí; pero le recomendaría mejor que no lo hiciera, a no ser, que esté interesado en su futuro y busque, como un desesperado, en todos los periódicos circulantes, el destino que para hoy le deparan los astros. Entonces, reprocharía su nefasto nivel intelectual por buscar pendejadas en los papeles diarios, en vez de buscar cosas más interesantes.

Pero dije: “No”

-¿Me la presta?- Contestó.

¿Qué sucedería si le dijera que no quiero? Cómprese la suya y desperdicie su dinero. Sea inteligente y diríjase a un restaurante de comida rápida y róbese una antes de que la reciclen como papel higiénico, qué es lo que se merecen los rostros de los funcionarios.

Pero dije: “Dele”

Cinco minutos después: -Gracias… Aquí, aquí se la dejo.- y se fue sin esperar mi respuesta.

¿Para que la quiero? Ya no me sirve, ya la leí y no tiene nada interesante, pura basura publicitaria de todo tipo. No me interesa, llévesela, se la obsequio, yo no la compre, acá las arrojan a la basura o las recicla y…

Pero le dije mientras se alejaba: “Eh… Gracias”

Unos minutos más tarde, me levanté del café y me dirigí a un punto en específico que llamó por completo la atención de docenas de personas. Un asalto se había llevado a cabo asesinando, para mi sorpresa, a mi muy dialogador desconocido. Mi reacción fue inmediata; me largué del lugar un poco afectado y confundido por la sorpresa del asunto.

Por lo menos, mañana sabré su nombre.

1 comentario:

Unknown dijo...

... me atrevo a leerte... y me distraigo... hay ideas pero se pierden entre lo que se dice y lo que se pretende decir... vas y venís entre imagenes que no se concentran.

Hay algo relevante para leer?


Un saludo.