viernes, 9 de noviembre de 2007

Otra Noche

Me entrego a ti,

Oscuridad delirante,

Espasmo radiante.

Sacio mi quietud,

Deshago mis besos

Contemplo el mar

Acaricio tu pecho,

Me roza la oscuridad.

Vago incierto

Efímera soledad,

Vivo en una canción

La noche pronto terminará

Adormezco al instinto,

Arruino la creación

Del dios incierto

Mato la inspiración

Escribo un cuento,

Rayos de color,

Ojos salvajes,

Me ataca la razón

Culmino mi viaje

La noche terminó

El día empieza

Un delirio real

Una mentira más

El suspiro de la oscuridad

Sombras en la luz

Siguen al sol

Esperando verlo morir

Y luego regrese

La reina de la oscuridad

Con su vestido celeste

Manto de maldad

Y el delirio vuelve…

Me entrego a ti

Espasmo radiante

Oscuridad delirante

Suspiro excitación

Vaga fortuna

Vuelve tu amor

Más falso que nunca

Índigo negro

Sombras de color

Toman mis manos

Aprietan mi pecho

Destruyen mis sueños

Veo oscuro

Veo radiante

Oscuridad delirante

La Noche terminará

La cama tiembla

El mal no vencerá

El diablo no existe

Mis demonios crecerán

Seré el infierno

El sufrimiento del espejo

El sol ya viene

Ya se anuncia

Y con su luz mi cordura

Ojos salvajes

Me ataca la razón

Culmino de nuevo mi viaje

Otra noche terminó.

miércoles, 17 de octubre de 2007

El Gigante

Sentado en aquel viejo cuarto en donde todas las mañanas me resguardo frente a esa montaña de papeles por trabajar, se mostraba el día con normalidad, de pronto por la ventana entra una leve ventisca acompañada de frío y de un estruendoso grito. De inmediato me asomo mientras en el reproductor de discos suena, desde hace media hora, la misma canción. A media calle, bañado en un charco de sangre, permanece inmóvil el cuerpo de un hombre, que según dice la señora de la esquina, que fue muerto solo segundos antes de que llegara. Afirma que fueron unos mareros ¿Quiénes más podrían ser? Son los únicos que matan por cualquier cosa. Intenté ver, desde la lejanía, los impactos de bala en el sujeto, pero no vi nada y tampoco se había escuchado nada. Parecía como si algo le hubiera pasado encima. Lo único que recordé fue que segundos antes escuche un retumbo. Poco después arribaron los bomberos, la gente, la policía, el M. P. Cordón amarillo, la gente murmura, vendedores, fotógrafos y reporteros preparaban una muy cotidiana noticia. El circo había comenzado y la gente permanecía expectante, perdiendo el tiempo.

Mientras tanto, opté por sentarme. Lentamente la algarabía de la calle se disipó cuando el cuerpo fue trasladado. La canción seguía y seguía. El trabajo lentamente me anestesiaba cuando observo de reojo que algo entra por la ventana. Era enorme, increíble. Al verlo incliné la silla, tanto, que termine en el suelo de espaldas observando lo que parecía ser una uña enorme. No lo podía creer, era un dedo ¡¡UN DEDO!! ¡¡¡¡UN DEDO!!!! Era grandísimo. Sin querer derribó el monitor con la uña y se retiró asustado. Segundos después, escuche una voz que retumbó en todos lados.

-¿Podés cambiar de Canción?-

Inmediatamente me postré sobre la ventana y observé un zapato que parecía tener el tamaño de un auto. Veo al cielo y el rostro del gigante tapaba el sol.

-¡¿PODES CAMBIAR DE CANCIÓN?!-

Dijo casi ordenando…

-Es que ya no quiero matar a nadie. Llevo aquí una hora y esa canción me molesta y me desquité con un hombre que pasaba. Poné otra. No quiero hacerte daño-

Confundido y atemorizado accedí sin decir nada. Sentía su presencia en la calle. Tenía miedo de salir y escapar. Me senté y pretendí seguir con el trabajo para olvidar lo sucedido, pero fue inútil. Mi compañero llegó más tarde. No quise insinuarle nada, estaba petrificado del susto. De nuevo sentí una ráfaga de viento y le pedí que cerrara la ventana, ya que no me acercaría ahí por nada del mundo.

Mi compañero comenzó a reír escandalosamente. Ya molesto le pregunto a que viene tanta risa. Y me responde…

-Mano, mejor trabajá y despertate. Aquí no hay ventanas.-

El aire del ventilador me daba en la espalda. Escuche de nuevo el mismo golpe, pero fue una puerta que se cerró con el viento. Comencé a reír y a ver para todos lados sin creer en mi locura. Al final del día concluí que el mundo no necesita drogas para fantasear. El trabajo es una fuente inagotable de alucinaciones.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El Fin del Camino

El silencio de la noche se hace presente en la soledad de una carretera. El sonido del motor de un auto espanta la quietud. Éste pasa a gran velocidad haciendo que unos cuervos agiten sus alas en un árbol y vuelen perdiéndose en la claridad que otorga la luna llena. La hora que marca el reloj del tablero electrónico indica la media noche. William bosteza con sonoridad agitando su cabeza con fuerza para olvidar que sus párpados comienzan a rendirse. Repite constantemente una especie de rezo que lo mantiene despierto. –Vamos, arriba. Vos podés. Te falta poco, cincuenta kilómetros más y estás en tu casa. Mientras conduce, evita ver a toda costa las líneas blancas, éstas le adormecen como hipnotizándolo. Se concentra en observar detalles de su vehículo. Abre la guantera y papeles viejos salen disparados regándose en el lugar del copiloto. Se molesta. Observa un casete olvidado cerca del radio. Intenta escucharlo, pero la cinta se atora arruinando el radio y su oportunidad para olvidarse de la pesadez de sus ojos. Maldice su mala suerte, no está acostumbrado a viajar tan noche y solo de pensar que en unas horas tiene que volver le molesta aún más. Por el espejo retrovisor observa el reflejo de un movimiento. Instintivamente responde arreglando el espejo sin quitar la vista de la carretera. Regresa la vista y lo que refleja el cristal le hiela la sangre haciendo que le invada un miedo que jamás pensó sentir. En el espejo observa, sin quitar la vista, un par de ojos rojos. William, parpadea velozmente y se frota los ojos creyendo que alucinaba. Al devolver la vista contempla la silueta completa reflejada por la luz de la luna. Un sujeto de cabello largo y ojos rojos yace en la parte media del asiento trasero. El susto lo hace timonear con violencia deteniendo por completo el vehículo. Con una velocidad sorprendente se voltea colocándose de rodillas en su lugar observando el asiento vacío. Respirando rápidamente sale del vehículo sintiendo aún esa presencia. No quiere entrar. Hace tiempo dejó de creer en fantasmas, pero nunca se imagino que creería de nuevo en ese momento. Su mente se niega a responder. No puede articular ningún pensamiento claro, está confundido, no sabe que hacer, está completamente solo en esa carretera. El único medio de transporte yace frente a él. Sus manos comienzan a templar a medida que se da cuenta que no tiene otro remedio que subirse y marcharse. Toma todo el aire que le cabe en los pulmones y exhala. Con resignación entra al vehículo, se sienta, con ambas manos aprieta el volante con toda su fuerza. Arranca el auto y se marcha velozmente. Mientras conduce, en su mente sigue aquella imagen y siente una mirada horrible en la espalda, hace un esfuerzo inhumano por no caer en la tentación de ver por el retrovisor. Sus ojos se mueven con rapidez y observa el espejo. No lo puede creer, sus ojos se llenan de lágrimas, su corazón parece detenerse. Ahora es más claro. Observa con total terror a un hombre joven, muy bien vestido, con una sonrisa en el rostro. William no sabe que hacer, únicamente, con tono fuerte y la voz quebrada, le grita: -¡¡¿Quién eres?!!- ¡¡Déjame tranquilo!!- El sujeto en la parte de atrás observa que a William se le derraman unas lágrimas. Tranquilamente éste dice: -¿A que le temes? A caso ¿Soy un monstruo? – Sin bajar la velocidad William, un poco menos asustado dice: -No eres un monstruo. Eres un fantasma, eso es lo que me aterra. – ¡¡ ¿YO?!! ¡¡ ¿UN FANTASMA?!!- responde violentamente su acompañante. – Soy más que un simple y ordinario fantasma. William, perturbado olvida por completo su terror cambiándolo por la confusión. - ¿Entonces que eres? Pregunta con cierto temor. –Solo soy una presencia, responde. -No tengo nombre, pero las personas que han logrado verme me llaman el Ángel de la Muerte. William no puede creer lo que escucha. Ahora su miedo aumenta y pregunta, -¿Voy a morir? -¡Exacto! Responde el ángel con airada afirmación. –Eres parte de mi lista, (continúa) y ahora el último del día. William regresa la vista a la carretera. La resignación se lee en sus ojos, su miedo es invadido ahora por la tristeza.
-Debo de morir, expone. –No debo de cuestionar el plan de dios, de el depende que viva o que muera. -¡¡¡¡¡¿Qué has dicho!!!!!? Cuestiona el “ángel”. -¡Dios no tiene nada que ver en estos asuntos! -¿Entonces eres la Muerte? Pregunta sumamente confundido. –No, la muerte es la encargada de guiarte al otro mundo. ¡Yo! Provocaré tu muerte, ese es mi trabajo. Mi labor consiste, ahora, en que todo luzca como un accidente. ¿Estas listo? ¡¡¡¡OBSERVA!!!! Contempla tu fin.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Empiezo a recorrer instantes en los que recuerdo el aroma del bosque cuando me encontraba con la soledad, cuando desnudaba la silueta de su cuerpo. Aún tengo en mi esos vagos y míseros recuerdos, cuando tenía en mi cabeza un solo pensamiento, cuando tenía en mi corazón un solo latido, cuando tenía en mi boca la ilusión de aquel beso perdido. Solo fragmentos existen en mi memoria de su sonrisa. Veo ahora lejana la posibilidad de acercarme como lo hice en aquel tiempo. Veo lejano el sentimiento del que puedo ser poseído al verla de nuevo. Pero lo lejano tiende acercarse y de nuevo la veo y me molesto. Me enfurece sentir, delirar con su boca, soñar que acaricio su cabello. Todo su ser me llama, o ¿Será ella? Tengo en mi boca aquel deseo inevitable de sentir su lengua. Mi nariz desea con locura infame percibir su aroma como cuando me seduce el humo del incienso en mi rostro. Y como siempre, termino perdido, sin encontrar la salida de este laberinto interminable de sensaciones que lentamente corroe mi alma y mi ser. Casiopea, cambia la historia, ven y búscame. Ahí junto al sendero que lleva a la nada, ahí en donde me pierdo, ahí en donde te perderás, ahí en el oscuro rincón de este camino incierto.

jueves, 6 de septiembre de 2007

viernes, 24 de agosto de 2007

Libros y Sueños

Los libros yacen llenos de polvo ansiosos por ser leídos. La verdad es que esta frase la leí en un relato, ignoro de quien o de que se trataba, lo cierto es que en este cuarto, que se encuentra levemente iluminado por un par de veladoras, está cubierto de libros, de polvo y de tela de araña. ¿Qué hago aquí?

Es cierto, ya lo recuerdo, la mansión es grande. ¿Pero que mansión? De que hablo… Intento salir por la puerta por la que nunca entré y caigo en la sorpresa, no hay puerta. ¿Qué ocurre? ¿Qué es este lugar? En mi mente se comienzan a maquinar infinidad de posibilidades. Este cuarto, encontraré algún día la salida. Los libros me tientan, siento que si tomo uno jamás volveré a ver la luz del sol o la tenue claridad de la Luna. No… no tomaré ningún libro, puedo llegar a obsesionarme y leerlos todos y morir aquí.

¿Cuánto dura la noche? No es pregunta que yo me plantee. La portada de un libro indica ese título. ¿Cuánto dura la noche? La pasta es suave, ignoro el material. Bueno, puedo leerlo, llevo aquí demasiado tiempo. Abro el libro y la primera página dice:

“Lo que tu quieras”

Voy con la siguiente…

Cerca de caer la noche, un joven contemplando la hermosa vista que le otorga el crepúsculo, se pregunta ¿Cuánto dura la noche? Es cierto que tiene una medida, pero cuando no cierras los ojos el orto nunca llega y cuando los cierras, la noche ya no es la noche, sino un mundo más. ¿Cuánto dura un sueño? Se pregunta de nuevo, entonces para corroborarlo decidió dormir un momento. Ahí, al aire libre. Se acomoda lo mejor que puede y al cerrar los ojos presiona un botón en su reloj que inicia el cronómetro.

Uno… Dos… Tres… Cuatro…. Cinco… … … Se queda dormido, contempla un cuarto lleno de libros y después de distraerse toma uno, lee la portada y dice:

“Abre los ojos, está lloviendo”

Me pongo de pie de golpe… Estoy… ¿Dónde estoy? ¿Qué es está pasando?

De pronto siento como una ligera lluvia deja caerse. ¿?

Me niego a pensar… Tomo mi cuaderno y escribo “Soñé que estaba en un cuarto, sin recordar de donde venía, tomo un libro y me relata lo que sucede antes de despertar. ¿Cuánto dura la noche? Es improbable la respuesta”

-¿Qué haces? Pregunta un tipo detrás de mi que no sentí venir.

Escribo

-¿Qué escribes?

Que estaba soñando

Y si te digo que te puedo mostrar algo que te despertará ¿Vendrías conmigo?

Que libro tan raro, las demás hojas están en blanco. Veamos otro, a habitación tiene tantos que ya no sé ni cual tomar, sería más fácil si hubiese uno solo. Tomo uno, soplo el exceso de polvo y leo la portada “La puerta está aquí” Leo la primera página…

El joven deja de leer y ve hacia atrás y contempla la puerta, la abre y ve un espacio negro. Se tropieza y cae en ese abismo, ve como a lo lejos la luz de a puerta se hace pequeña y abre los ojos. Está en su cama…

Cierro el libro… ¿Será cierto? Estoy durmiendo… Abro mis ojos y aún veo el resplandor del cielo en pleno atardecer. Recuerdo el conteo del cronómetro. Diez segundos. Eso dura un sueño. Siento que pasaron horas. ¿Cuánto dura la noche?

Busco en mi morral un cuaderno para escribir lo sucedido y lo confundido que me encuentro… ¿Qué es eso? ¿Un libro? Ese libro nunca lo había visto, veamos el título.

“No te duermas, quizá ya nunca despiertes”

sábado, 18 de agosto de 2007

Encuentro

Veo tu espalda
acaricio tu piel
me sientes y te estremeces
volteas y no me ves
te doy un beso
que sacude tu quietud en un espasmo
y saboreas mis labios
te veo de frente
te amo, lo sabes
te conozco y a la vez no
me enredo en tu alma
y oprimes mi corazón
mi ser siente fallecer
y trascender hasta llegar
por completo a ti
te veo de frente
y tu ves mi mente
La noche se hace corta
y te alejas
y cuando intento alcanzarte
mis ojos se abren